Las últimas medidas del gobierno, por Luis Fuenmayor


Los deseos no empreñan, dice un refrán popular. No bastan los buenos deseos, es otra forma de decirlo. Y estos dichos de la sabiduría popular los traigo a colación dándole al gobierno el beneficio de la duda, pensando que realmente quiere arreglar la gravísima situación que atraviesa el país, pero que no se ponen de acuerdo en el qué hacer, ni tampoco en el cómo ni en el cuándo. Están totalmente presos de 19 años de errores, de ideologizaciones absurdas, de mentiras mantenidas incluso hasta el presente; de sectarismo y prepotencia, que unidos a la ignorancia y el desprecio por el conocimiento y la codicia, los han llevado a sólo ser una fábrica de pobres, de desdichas y de expatriados. No son paños tibios los que requiere la tragedia social actual, y eso son hasta ahora las medidas de Maduro. La tragedia que vivimos requiere un cambio radical de las políticas hasta ahora seguidas.
Las medidas económicas, si es que podemos llamarlas así, no contemplan algo que es fundamental si se quiere salir de la crisis: la bajísima producción petrolera, que ha dejado al gobierno sin las divisas necesarias para adquirir todo lo que necesitamos para vivir. Esta caída de la producción es de total y absoluta responsabilidad del gobierno, no de la cuarta república ni de las sanciones de Trump ni de las oposiciones existentes. Acabaron con PDVSA y de 3,2 millones de barriles diarios producidos en 1999 hemos caído a 1,3 millones de barriles y seguimos bajando. Para 2019, no habrá petróleo ni para el uso interno como combustible: unos 700 mil barriles. O se atiende esto o no hay salida posible. Y la forma inmediata de hacerlo es reactivando los pozos que han dejado de producir por falta de mantenimiento y ulterior desmantelamiento. Olvídense del oro, los diamantes y el coltán del Arco minero, pero preocúpense por su control territorial. Si no se eleva la producción de petróleo terminaremos de colapsar como nación.
Hipotecar los 29.298 millones de barriles de petróleo del bloque Ayacucho 2 de la Faja del Orinoco, mediante su entrega al BCV para que éste cree instrumentos financieros que generen divisas es, además de ilegal y contrario a los intereses y el futuro de la patria, una necedad de marca mayor. Al petro no lo sacan del pantano en que se encuentra ni que lo respalden con toda la Faja. La confianza es la propiedad casi única de toda moneda, y su logro lleva, entre otras cosas, mucho tiempo y una gestión gubernamental sería, que no siga financiando el déficit fiscal con la impresión de dinero. Bailar salsa o reguetón en actos públicos está muy lejos de producir confianza. Más rápido se apuntalaría al bolívar, a pesar de lo destruido que lo han dejado, que al inexistente Petro, que no tiene ningún valor de mercado.
La despenalización de la tenencia y del uso comercial de las divisas, la apertura de cuentas bancarias en el país en dólares, el establecimiento de una equivalencia real bolívar/dólar, el cese inmediato de la emisión de dinero inorgánico, la devolución de las empresas expropiadas inactivas o con baja producción, seguridad jurídica de las inversiones, eliminación de los controles compulsivos y, tres cosas muy importantes pues tiene que ver con las necesidades de la población, el aumento mensual de sueldos y salarios y pago semanal de los mismos, proposición adelantada por el economista José Guerra; solicitar ayuda internacional en medicamentos, insumos médicos en general, vacunas y otros biológicos, fórmulas lácteas infantiles, y extender el carnet de la patria al 90 por ciento de la población, para que funcione como tarjeta solidaria sin exclusiones, como programa social que debe ser para todos y no para un grupo privilegiado de venezolanos, pues se financia con el dinero de todos y no de Maduro ni del PSUV; debemos acabar con el apartheid absurdamente instalado por este nefasto gobierno.    

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