Un negocio frustrado

zeta

“Todas las cosas son ya dichas;pero como nadie escucha,hay que volver a empezar siempre”.

André Gide.


Los traficantes que salivaban pensando en lo que podrían sacarle a la candidatura de Lorenzo Mendoza se han quedado con los crespos hechos. Pero no siempre la víctima -aquel cuyo nombre es usado para lucro de esos traficantes- tiene el buen criterio de cortar a tiempo esos que pueden ser trágicos entusiasmos.

Lorenzo Mendoza ha cortado a tiempo las fantasías sobre su candidatura presidencial, alentadas por aficionados a quienes la vocación política se les reactiva en la estación electoral, y por la muchedumbre de especuladores profesionales que en esos entusiasmos huelen una oportunidad de negocio. Suficiente ocupación tiene “El dueño de Polar” -como de manera inexacta suele llamársele-, buscando maíz para hacer su harina de 700 bolívares el paquete, tarea explicablemente ingrata a los gestores chavistas que venden a más de 2.000 la que importan con jugoso beneficio personal.

Comencemos por establecer que no hay analogía de Mendoza con Macri y Kuczynski. Macri es un rico heredero más en la Argentina y Kuczynski no se distingue por la cuantía de la fortuna de su padre sino por sus conocimientos y experiencia en materia de Economía y Finanzas. Macri superó una difícil pasantía de política y administración pública y Kuczynski se distinguió en la administración pública del más alto nivel luego de haberlo hecho en la privada. La experiencia de Mendoza es en una gerencia cuyas dificultades no son menores pero sí muy distintas a las de la gerencia pública, dentro de una empresa institucional que reclama la energía y dedicación demostrada en estos años de penuria.

Si las fortunas de Macri y PPK se hundieren en un turbión político a la Argentina y al Perú no les pasaría nada, pero si en un azar político El Chico del Flequillo pierde la empresa que representa, las dificultades que los venezolanos enfrentan para alimentarse pueden llegar hasta lo insuperable. Y es que la circunstancia actual ha convertido a Polar en un factor clave en el acceso de los venezolanos a una alimentación siquiera básica, importancia que aumentará a medida que el régimen acentúe su indetenible declinación.

La fauna de quienes en cada zafra electoral buscan la manera de colocarse en el sitio por donde pasan los billetes, es representativa de una sociedad disfuncional, que no ha consolidado instituciones, métodos de funcionamiento y maneras civilizadas de vivir. Venezuela sigue siendo un campamento minero cuyos pobladores viven jugando a Rosalinda, como en el verso de Ernesto Luis Rodríguez (“Y el dado en la noche linda…”). En cada fecha electoral se inventan un “fenómeno” que les abra la posibilidad de salir de abajo en un golpe de suerte, sin necesidad del esfuerzo sostenido para el cual Gallegos, en dolorosa reflexión, nos declaró incapaces a los venezolanos. En esta lotería, los “quinticos” los venden quienes, en el vulgar tráfico de personas que la política puede ser cuando se envilece, logran ponerle la mano a una figura de prestigio para en su nombre recabar contribuciones que van derecho a sus bolsillos. Y Mendoza en ese aspecto es un jamón como los que veíamos en La Cuarta. (¿Se acuerdan?).

Para los politicastros desocupados, cada elección es una cosecha a recoger sin haberla sembrado. Sólo necesitan un ingenuo entusiasmable. El primer solicitado de la era democrática fue el menos democrático de los postulables: Marcos Pérez Jiménez. A la residencia del exdictador en Madrid peregrinaron figuras de desigual importancia pero la misma expectativa, que fue la de lograr la confirmación de Pérez como gestores de su candidatura presidencial. Los solicitantes tomaron por aprobación el hecho de no ser descalificados. El general, que era duro del codo, no les aflojó ni una peseta -cuando les invitó a almorzar fue a unas hamburguesas: así como les digo-, pero les dejó utilizar su nombre para organizar la Cruzada Cívica Nacionalista, integrada por funambulescos personajes que en el gobierno militar habían sido modestos funcionarios y en el régimen democrático alcanzaron la dignidad parlamentaria.

No siempre el final es risueño como fue el del proto-candidato Marcos Pérez Jiménez y antes había sido el de Wolfgang Larrazábal. Un luminoso domingo de mayo de 1966, Alirio Ugarte Pelayo, quien entonces removía los ánimos de un electorado tornadizo, ganado por sombrías reflexiones se voló los sesos con un proyectil 38 Spl. Horas antes había desatendido la indicación de su médico, el ilustre internista Otto Lima Gómez, de ponerse en cura de sueño para prevenir una solución trágica a su delicada situación de aspirante presidencial explotado y arruinado por quienes traficaron su candidatura. Por cierto, al desaparecer como factor que dividía el voto opositor, la muerte de Alirio decidió la derrota de Acción Democrática en 1968, destino remachado por la aparición de otro candidato outsider, Luis Beltrán Prieto, que hizo el efecto de signo distinto: dividir el voto adeco. Sumados los votos de Alirio a los de Caldera y restados los de Prieto a los del candidato gubernamental – Gonzalo Barrios-, la victoria de Caldera quedó decretada. (La candidatura de Prieto fue un recurso financiado por la derecha económica para sacudirse a los adecos, con quienes, según me dijo Oscar Machado Zuloaga cuando comentábamos el caso, “Ya no se podía ni hablar”… Y quizás tenía razón, porque eso pasa con quienes tienen demasiado tiempo gobernando. (Es una de las historias que relato en el libro que espero publicar dentro de un par de meses).

Otra aventura de trágico final fue la de mi amigo Renaldo José Ottolina Pinto (Renny). Su candidatura fue financiada por el gobierno de entonces, para dividir el voto opositor. Vi a los traficantes salir de la casa de un ministro con las cajas de zapatos llenas de billetes, de las cuales algunas llegaban a destino. En marzo de 1977 ó 78 (escribo de memoria) estaba yo en Santo Domingo con Ramón J. Velásquez, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado, elaborando un informe sobre la situación de ese país. Habíamos pasado el día en reuniones con gente como Balaguer y Juan Bosch. Nos preparábamos para salir a cenar cuando el doctor Velásquez me tocó la puerta del cuarto. Me sorprendió ver con la camisa por fuera a un caballero de quien se decía que sólo su esposa le había visto sin paltó. “Se mató Renny Ottolina en un avión cuando iba para Margarita y Diego Arria se salió del Gobierno y lanzó su candidatura”, me dijo sin anestesia. “Ganó Copei”, le respondí al otro lado del umbral. En efecto, los 500 mil votos que tenía Renny fueron a la candidatura de Luis Herrera. Dentro de su irreflexiva manera de ver las cosas, la mayoría de mis compatriotas creyó que el Gobierno había mandado a matar a Renny, cuando éste era su carta para dividir a la Oposición y así derrotarla.

Alirio y Renny sirven para recordar que esas aventuras pueden terminar en tragedia. Pero, en todo caso, son anécdotas dolorosas dentro de una situación realmente grave, que es la de un país cuyos habitantes se creen todos muy vivos cuando en realidad son unos mansos “venaos”.

Nota: Renny se mató en la mañana y al mediodía Diego Arria, prominente jerarca del régimen adeco bajo la protección de Cecilia Matos, saltó la talanquera y lanzó su candidatura como opositor, esperando recoger los votos que dejaba Renny.

Comentarios

  1. Y la fortuna de éste también es heredada d su abuelo ; Eugenio Mendoza que ése sí sabía lo q es trabajar por un pueblo..!

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  2. Y la fortuna de éste también es heredada d su abuelo ; Eugenio Mendoza que ése sí sabía lo q es trabajar por un pueblo..!

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