El malestar en terminales no es pasajero (+Video)

Portada de 2001 - Dosmiluno (Venezuela)

La camioneta llega y la gente corre desesperada a su encuentro. Personas se empujan, se pegan, se gritan. Todos buscan la puerta del carro. El propósito es subirse. No hay cola, no hay orden, no hay ley.

Esa escena se repite una y otra vez en las paradas hacia Cartanal, Santa Teresa, Dos Lagunas, Soapire, San Casimiro y Santa Lucía, algunos de los tantos destinos hacia donde sale el transporte público desde el Terminal del Nuevo Circo, Caracas.

“En todas las paradas pasa lo mismo. Ahorita hay puros piratas cobrando 1.000 bolívares. Cuando me canse de esperar, me voy en el ferro aunque después deba agarrar otra camioneta para mi casa”, señala Beatriz Negrín, de 42 años, quien vive en Cartanal.

Usuarios de la paradas hacia los Valles del Tuy, donde funciona la Cooperativa de Transporte Indepasib, se encuentran dispersos por el lugar. Algunos sentados, otros de pie. Todos alerta para cuando llegue el anhelado carro por puesto.

En la parada hacia Santa Teresa está Deivis Fernández, de 42 años. “Aquí no hay cola. Esto es ¡sálvese quien pueda!”, expresa el hombre que trabaja como chofer en Caracas.

Fernández añade que en este terminal pasa un poco de todo. “Me robaron dos veces en el bus el año pasado saliendo de acá”, dice el hombre mientras corre para subirse a una camioneta que llega a la parada.

Calvario. El calor azota el terminal. Gente camina, vendedores pasean, carros llegan y se van. Son las 5:15 pm y las paradas hacia Caucagua, Higuerote, Charallave, Guarenas, Guatire y Los Teques, otras de las que están ubicadas en el lugar, están colmadas de usuarios.

En la fila de la parada hacia Paracotos, dos niñas juegan con una muñeca. Su mamá, quien espera sentada una unidad del Sistema Integral de Transporte Superficial (Sitssa), trata de que se mantengan tranquilas.

“Uno espera 4, 5 y hasta 6 horas. Este es el pan nuestro de cada día. Ellas son niñas y les da de todo, pero mi casa está en Paracotos. ¿Qué vamos a hacer?”, señala Jhean González, de 38 años, en tono melancólico.

Las dos hijas de Jhean corren por la cola. La más grande persigue a la más chica. “Ellas tienen 9 y 4 años, estudian hasta las 3:00 pm y yo trabajo más o menos hasta esa hora. Llegamos a nuestra casa muy tarde. Menos mal y las tareas las hacen en el colegio porque si fuera por el transporte pierden el año y yo el empleo”, dice González, quien sostiene un teléfono local.

Suerte. “No sólo es la espera y conseguir camioneta, es ligar para que nada pase yendo para tu casa”, dice Aleni Pereira, de 17 años, quien es pasante en Caracas y se dirige a Caucagua desde el Terminal del Nuevo Circo.

“Una vez el bus se quedó accidentado. Tuve que esperar que pasara uno hacia Higuerote, quedarme en la vía y agarrar otro carro para mi casa. Llegué muy tarde”, cuenta Pereira.

Ir de regreso a una ciudad dormitorio es todo un proceso. Desde el Nuevo Circo, por ejemplo, el viaje a casa está determinado por selección natural: los más aptos se montan y se van; y los menos aptos se quedan y esperan.

Caos en Plaza Venezuela. Allí están ubicadas las paradas hacia San Antonio de Los Altos, La Rosaleda y Los Teques, destinos mirandinos. Hay tres colas que por momentos parecen una sola. Mujeres, hombres y adultos mayores engrosan las filas. Todos reflejan agotamiento en su postura, en su expresión, en su habla.

Mariana Pérez está en la fila que va para Los Teques. La mujer, una rubia artificial, viste jeans, zapatos de vestir negros y una franela tipo chemise azul marina con logo de la Alcaldía de Caracas que puede ser o no su lugar de trabajo. Nunca lo revela.

“Los cuentos de esta parada son muchos. Recuerdo que una vez el chofer de la camioneta iba borracho. Los fiscales no se dieron cuenta. Nosotros lo supimos en la carretera por cómo manejaba. Lo obligamos a detenerse y gracias a Dios había una alcabala cerca. La camioneta quedó detenida y nosotros a la intemperie”, recuerda la mujer de 40 años.

Un transporte llega. Es de la línea de Los Yuruaní que va para Los Teques. Mariana, quien está junto a su esposo César Ávila, manifiesta que en la parada ha visto robos y afines.

La tarde avanza. Personas llegan. Las filas marchan normales. No hay gritos, no hay empujones y no hay coleados visibles. Vendedores ambulantes promocionan su mercancía. En la parada de San Antonio hay como 500 personas esperando transporte. Fabiana Omaña, de 20 años, está entre los usuarios.


“Ésta es la única parada que uso para irme a mi casa. Me ha tocado devolverme y quedarme con mi abuela porque cuando llego la cola está casi que llegando a la fuente de Plaza Venezuela”, expresa Fabiana, quien es pasante en Caracas y vive en San Diego de Los Altos, estado Miranda.


El pasaje para Los Teques es 450 bolívares y para San Antonio y La Rosaleda 350 bolívares. Los piratas pueden cobrar hasta 1.000. Hay camionetas hasta las 8 o 9 pm.


“Los conflictos aquí los ocasionan los buhoneros. La parada está en una zona que no ayuda tampoco. Una vez venían persiguiendo a un ladrón y el muchacho se subió a una de las camionetas. La gente lo bajó y casi lo linchan”, cuenta Fabiana.


En ese momento, una anciana llega hasta donde está Omaña esperando y le pide dinero. La joven le dice que no tiene y la señora se va.


“Los pedigüeños son un tema aquí, pero normal”, señala Fabiana mientras sonríe pícaramente. Es como si supiera que en esta parada toparse con alguien que pide dinero es más inofensivo que irse con un chofer ebrio.


2017-03-26

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