Es con optimismo
El voto no es un acto fútil como algunos
sugieren, por el contrario, es un arma poderosa, nada desdeñable, que
debe ser utilizada en todas aquellas oportunidades que se presenten
El optimismo es una
forma de vida, de dar cara a las circunstancias aun cuando ella se
revele adversa. Vivir de esa manera siempre ofrece la ventaja que, aun
cuando la adversidad se atraviese, existe en el yo de cada quien la
necesidad de enfrentar el próximo obstáculo con el mismo entusiasmo. El
optimista siempre ve hacia el futuro, consigue en la desventaja una
oportunidad para lograr objetivos.
Su contrario, el pesimista, es una
suerte de llorón crónico. Éste siempre se siente amenazado y
obstaculizado. Sus circunstancias y sus fracasos, que en la mayoría de
los casos abundan, se lo atribuyen a terceros. El pesimista vive en una
eterna tautología, no crea ideas sino que gira sobre ellas, sobre sus
errores. Es, por lo general, una especie que milita en el fracaso y
quiere que los demás se abracen a su tragedia.
Estos seres, suerte de nube negra,
pretenden dictar pautas a aquellos para quienes la vida no transcurre en
la sinrazón, sino que, por el contrario, viven en el conocimiento y
enseñanzas de la historia, en la reflexión sobre los procesos sociales y
políticos, en un fluir permanente de ideas.
A días de realizarse un proceso
electoral los pesimistas siguen sin entender que el logro de un triunfo
de los sectores democráticos, obteniendo la mayoría de las
gobernaciones, tiene implicaciones significativas en el fin del régimen.
Qué hubiera acontecido si los venezolanos y los chilenos no hubieran
concurrido a las consultas populares adelantadas por Pérez Jiménez
(1957) y Pinochet (1988), con pleno control de los organismos
electorales. No lo sabemos, pero sí se sabe de las consecuencias de su
participación: en ambos se casos se legitimó, a través del sufragio, el
fin de esas dictaduras y no su régimen.
Suponer que la abstención electoral será
el detonante que hará posible que el portaaviones Gerald R. Ford surque
el Mar Caribe para poner orden en Venezuela, revela lectura de
historietas inútiles. Los venezolanos hemos atravesado momentos de gran
dificultad y la que hoy nos agobia la superaremos. Bien vale la
expresión de Rómulo Betancourt en alusión a Fidel Castro: "Dígale
a Fidel Castro que cuando Venezuela necesito libertadores, no los
importó, los parió". Dejemos a los Marines donde deben estar.
El voto no es un acto fútil como algunos
sugieren, por el contrario, es un arma poderosa, nada desdeñable, que
debe ser utilizada en todas aquellas oportunidades que se presenten.
Insistir en la abstención nos coloca lejos de los principios
democráticos y deja en manos del régimen instituciones que no obtendrían
de otra manera.
Los abstencionistas, escépticos y
pesimistas, insistirán en mostrar virtudes inexistentes en su postura,
conjugarán el verbo legitimar, muy de moda en sus discursos, cual
salvavidas de concreto al cual están asidos junto a Maduro.
La realidad parece revelarse
inexorablemente en sentido contrario a sus intereses. El pueblo
venezolano ya ha probado el amargo sabor de la abstención y sus
consecuencias; qué hubiera sido del corajudo pueblo tachirense si su
gobernador hubiera sido otro, idea que puede repetirse en otros estados.
Hoy no se trata de lo que se pueda hacer
al frente de un gobierno regional, sino de los efectos devastadores que
tiene para el gobierno nacional perder la mayoría de ellas. Hacia allá
va dirigido el éxito electoral del próximo 15 de octubre: a abrir las
esclusas que desalojarán del poder a la arbitrariedad y a la
incompetencia.
El optimismo, ergo, la
esperanza es la que ha de apoderarse de la razón de las grandes mayorías
nacionales, para brindarse el derecho a obtener un triunfo electoral
que colocará al país en la antesala de un mejor porvenir.
@LeoMoralesP
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