El miedo de los cobardes


Nada asusta más a un ladrón que cometer un grave error y abrir con ello la posibilidad de ser descubierto y, luego, quedar al desnudo evidenciando sus delitos presentes y pasados, sus burlas a la ley y su larga cadena de infamias. Si por casualidad ese personaje siniestro conduce un programa de televisión en el cual se muestra como un perdonavidas, entonces la ocasión la pintan calva para que, desde sus propias filas, lleguen informaciones y testimonios, documentos y archivos secretos, pruebas tangibles que lo hundirán en el pantano de su desgracia.
Ayer terminó una etapa que para los gángsteres que gobiernan significaba no sólo un poder ilimitado, sino que también les garantizaba la impunidad para todas sus trapacerías. Nacidos a la sombra del Samán de Güere, como se empeñaron en recordarles por años a los venezolanos, hoy están cada vez más solos y aislados de sus seguidores y del pueblo sencillo que les dio un voto de confianza, que traicionaron sin misericordia alguna. Serán recordados como el Gang de Guëre, sin raíces ni samán.
Los que se van de la Asamblea Nacional dicen, para darse ánimos en medio de la soledad de una calle oscura que no conduce a sino al abismo del olvido, que la oposición apenas ha ganado un parte del poder y que ellos aún cuentan con Miraflores, la Fiscalía, la Contraloría y el Tribunal Supremo de Justicia. Vana esperanza, embuste de cabo a rabo, un pequeño trago de ron para pasar el frío. Lo cierto es que han perdido hasta la capacidad de mentir.
Lo que no quieren admitir es que hasta su propia gente se unió al resto de los venezolanos para sentenciarlos y sacarlos de la Asamblea Nacional, es decir, quitarles los privilegios y sus protecciones adicionales que estaban usando en beneficio propio y del estrecho círculo de sus familiares y amistades, para enriquecerse mientras el país se hundía en la escasez de alimentos y medicinas, de atención médica y seguridad de vida, de la imparable inflación y de la caída del poder adquisitivo del bolívar.
Pero, por sobre todo, lo que la población comenzó a percibir como algo irremediable era que si este equipo de gángsteres de la política criolla seguía en el poder y malbarataba las generosas entradas en divisas provenientes del petróleo, la posibilidad de imaginar un futuro más justo e igualitario se iría borrando paulatinamente hasta desaparecer del todo. Si se robaron hasta el último céntimo de nuestro presente cuando la riqueza llegaba por oleadas inimaginables… ¿qué los detendría en su insaciable apetencia de los petrodólares del futuro?
Sin embargo, el pueblo desconocía que, mientras se derrumbaban los precios petroleros, los círculos del poder construían una economía subterránea incalculable porque sus cifras escapaban al conocimiento de la opinión pública. El narcotráfico en Venezuela le inyecta una imponderable vitalidad al producto interno bruto, de cuyas dimensiones apenas conocemos cálculos aproximados. ¿Habrá que preguntarle a los dueños del poder? ¿O investigarlos en la AN?


Editorial del Nacional

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