El legado: hambre, ruina y crimen
Converso por teléfono con un amigo que
vive en un barrio populoso de la ciudad, me interrumpe para decirle a su
esposa: “en la puerta está una niña que pide comida, dale unos pancitos
y destápale esa latica de sardinas”, y sigue la conversación con la
naturalidad que brinda la cotidianidad que cauteriza. El hecho consumado
que insensibiliza. No hay el menor asombro ante el monstruoso caso de
que a las puertas de un hogar de un país petrolero, que ha recibido en
los 18 años de revolución para los pobres más de novecientos mil
millones de dólares, esté una niña con hambre. Y con sed de justicia. Y
el gobierno revolucionario, en un país con ingentes recursos, gasta
millones de dólares en armas y municiones para asesinar al pueblo, si en
algún momento osara reclamar su derecho a una vida digna, a que sus
hijos no tengan que mendigar un bocado ni morir por falta de medicinas,
en contraste con la opulencia de los líderes chavistas, que ejercen
sobre el pueblo que los encumbró con su esperanza, violenta coacción,
para mantenerlo anclado, indefinidamente, en la pobreza,
mientras le es restregada en la cara la opulenta vida de los familiares
de estos jerarcas en el exterior, opulencia que no pueden justificar,
pues el sueldo de un funcionario público es modesto, incluyendo el de
Maduro, y en el país existe un férreo control de cambio, y el reclamo
airado de cerca de tres millones de venezolanos que han tenido que
escapar de Venezuela, su patria, por la inseguridad y la incertidumbre
laboral, encuentra justificación en esa injusticia que es imposible de
conciliar con la realidad que vive el país, en el cual la niñez más
humildes está condenada a pasar hambre. Un niño maltratado es un alarido
de Dios en la conciencia de todo hombre y mujer del planeta. El legado
de Chávez es una niña tocando una puerta desconocida para pedir
compasión para su hambre, mientras engordan hasta la apoplejía los
herederos de la ignominia. Y se cuentan por millares los niños que
sufren los embates de las malas políticas públicas del gobierno, que ha
fracasado estrepitosamente en todos los ámbitos de la administración de
la nación – una familia venezolana requiere 29.000 bolívares diarios para comer – al grado de provocar el estallido social que está tratando de sofocar inútilmente, y que lo ha obligado a enviar al estado Táchira un contingente de guerra cuyos resultados pueden ser catastróficos, mientras en el resto del país se reprime con saña hasta a los manifestantes de la tercera edad, se viola la autonomía universitaria y se detiene a jóvenes estudiantes, sometiéndolos a jurisdicción militar, aun en contra de la demanda de la Fiscalía General de la Nación,
lo que confiere visos de credibilidad al creciente rumor de que el
poder está en manos de una dictadura sustentada por el ejército y la
corrupción, que Maduro niega con la boca pero ratifica con los pies.
Que hay gente de los barrios populares
en la protesta, que ya lleva, casi 60 días ininterrumpidos con distintos
grados de intensidad, es innegable, sobre todo de los más jóvenes y de
los pobres entre los pobres que no quieren seguir comiendo de la basura.
Venezuela no había sufrido en toda su historia republicana, salvo en
las dos guerras, Independencia y la farsa de la Federación, situación de
ruina y miseria humana como la que estamos viviendo como consecuencia
de la estupidez comunista
de un gobierno empecinado en nivelar por debajo a la sociedad. El
hambre es la consigna de la igualdad. Unos pasan hambre por necesidad y
otros por desabastecimiento, y como causal de muerte se ha incorporado
además del hampa, la desnutrición, la falta de medicamentos y la represión.
El invento de la corrupción de importar alimentos para usarlos como
medio de sometimiento del pueblo por sumisión a la supervivencia, no les
está los dando resultados esperados, el pueblo está dispuesto a votar
contra ellos en cualquier elección, y salvo tres o cuatro estados
subyugados por el miedo, el chavismo no ganaría ningún otro en toda la
geografía nacional. Ni se diga de las alcaldías. Pero los coletazos del
régimen moribundo pueden hacer mucho daño todavía, y tal vez por algún
tiempo más, porque fuerza y dinero tiene, lo que no tiene es razón,
como aumentar la violación de los derechos humanos,
producir la muerte de más jóvenes valores cuyo coraje los
desestabiliza, tenemos que investigar si son asesinatos selectivos
contra la clase media; encarcelar dirigentes políticos y manifestantes, imputados inconstitucionalmente
– “van a llevar más palo que un gato ladrón” – bajo acusaciones
forjadas, como terrorismo y rebelión militar, y otras solo justificables
en caso de guerra con naciones extranjeras, como traición a la patria,
imputación con la que Bernal amenazó a Borges y que seguramente
cumplirá; constreñir todavía más los derechos constitucionales, por la
vía del abuso de los estados de excepción,
renovados cuantas veces quiera por el ministerio superior de justicia
chavista, cuyo articulado es una hojarasca para esconder la cascabel de
los poderes omnímodos. Y prologar militarmente esta agonía que mantiene a
la patria de Bolívar en la ruina física, moral y ética más deplorable
de su historia.
Periodistas en la mira
“La primer baja de la guerra es la
verdad”, dice una vieja sentencia, y la búsqueda y difusión de esa
verdad es lo que diferencia al periodismo comprometido del periodismo
“objetivo” que fascina a los tiranos, y hasta a muchos demócratas con
síndrome caudillista, como Donald Trump y Rafael Caldera, que hasta
quería una ley censora latinoamericana, por eso observa el mundo las agresiones a periodistas
– SNTP: del 31 de marzo al 15 de mayo, se han registrado 151 agresiones
– que son golpeados, heridos, detenidos y robados sus equipos, que se
están practicando en esta hora de pérdida del timón que sufre Maduro, al
grado de tener que intervenir la Fiscalía, que parece que va en serio con la defensa del orden constitucional, para solicitar protección para los periodistas durante las manifestaciones. Pero, además de su ya conocida fobia por la prensa independiente, el régimen va por las redes sociales,
sin embargo, Maduro puede estar bien seguro de la integridad del
periodismo venezolano comprometido, el que no admite otra directriz que
la señalada por la libertad, la democracia y la verdad, y por lo tanto,
sus amenazas, que configuran órdenes tajantes para sus serviles, y los
ataques físicos y delictivos de sus hordas represivas, no lograrán
silenciarlo, como no lo han logrado en estos dieciocho años de oprobio
contra Correo del Caroní,
que fue desde el principio el único que dijo No, y lo ha seguido
sosteniendo hasta hoy, pagando el precio que la infamia cobra a la
entereza, en una soberbia demostración de coherencia histórica, por lo
que su dignidad permanece intacta y su bandera, que presenta como blasón
los estragos del fuego inclemente de la ignominia, flamea a orgullo
desplegado en la conciencia inteligente de una ciudadanía que cree
firmemente en los valores sustantivos de la venezolanidad. El tiempo es
un océano donde solo flota la verdad.
Lista de venezolanos que perdieron
su vida por la represión brutal del gobierno, en las protestas pacíficas
realizadas en todo el territorio nacional, exigiendo elecciones. Es
necesario un análisis criminológico a fondo, pues todo señala que se
trata de asesinatos selectivos
Jairo Ortiz (19 años) 2. Daniel Queliz (19 años, estudiante de derecho, disparo en el cuello). 3. Miguel Colmenares (36 años, asesinado de once disparos, supuestamente propinados por colectivos). 4. Brayan Jiménez (14 años). 5. Gruseny “Tony” Calderón (32 años, beisbolista, asesinado por descarga de perdigones, 15 guardias nacionales fueron imputados por el crimen). 6. Carlos Moreno (17 años). 7. Paola Andreína Ramírez (23 años, disparo en lateral izquierdo del pecho). 8. Jonathan Meneses (27 años por descarga eléctrica, según versión oficial). 9. Kevin León (30 años, por arma de fuego). 10. Melvin Fernández (25 años, disparo en el abdomen). 11. Francisco González (34 años, por arma de fuego). 12. Kenyer Aranguren (20 años). 13. Albert Rodríguez (16 años, asfixiado por gases tóxicos). 14. Manuel Pérez (19 años). 15. José Gutiérrez. 16. Ángel Lugo. 17. Estefany Tapias. 18. Natalie Martínez. 19. Renzo Rodríguez (54 años, disparo en el pecho). 20. Robert Centeno (29 años, por descarga eléctrica, según versión oficial). 21. William Marrero (33 años, por descarga eléctrica, según versión oficial). 22. Yorgeiber Barrena (15 años, por descarga eléctrica, según versión oficial). 23. Orlando Medina (23 años, disparo en el pecho). 24. Stivenson Zamora (29 años, electrocutado, según versión oficial). 25. Johan Medina. 26. Christian Ochoa (18 años, asesinado por la policía en Valencia). 27. Juan Pablo Pernalete (20 años, estudiante de economía, asesinado, supuestamente, por el impacto en el pecho del casco de una granada, disparada con un arma de lacrimógenas). 28. Eyker Rojas (20 años, por arma de fuego). 29. Carlos Aranguren. 30. Armando Cañizales (20 años, estudiante de medicina y violinista). 31. Jesús Sarmiento. 32. Gerardo Barrera (38 años). 33. Elio Pacheco (20 años, por descarga eléctrica, según versión oficial). 34. Daniel Gamboa. 35. Hecder Lugo (20 años). 36. Miguel Medina. 37. Anderson Dugarte. 38. Miguel Castillo (27 años, periodista, asesinado con una esfera metálica disparada por un cartucho de perdigón). 39. Luis Alviarez (16 años). 40. Jeison Mora (17 años). 41. Diego Hernández (33 años). 42. Diego Arellano (31 años, biólogo, asesinado con una metra disparada con un cartucho de perdigón). 42. José Francisco Guerrero (15 años, transeúnte, muerto por bala de fusil). 43. Ricardo Hernández. 44. Manuel Castellano (30 años, transeúnte muerto por proyectil de fusil). 45. Paúl Raúl Moreno (25 años, estudiante del último año de medicina en LUZ, era socorrista de la Cruz verde, murió arrollado intencionalmente). 46. Daniel Rodríguez (18 años, disparo en la frente, su féretro lo cargó monseñor Moronta con otro sacerdote). 47. Benzo Rodríguez (54 años, transeúnte). 48. Jairo Ramírez (45 años, por descarga eléctrica, según versión oficial). 49. Ángel Moreira (28 años). 50. Yonathan Quintero (20 años, por arma de fuego). 51. Ramón Martínez (29 años, por arma de fuego). 52. Alejandro Aguilar (23 años, disparo en el pecho). 53. Jesús Leonardo Sulbarán (41 años, disparo en el cuello). Fuente: Ministerio público y prensa nacional.
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